Creciendo en la umbría húmeda del glaciar, embriagados de la magia que desprende Fulvinter, en realidad, los svamp son unas pobres criaturas desgraciadas: cuando el dragón ruge, los cristales de hielo caen como una lluvia de flechas sobre sus sombreros, El impacto es tan violento que la falta de una boca para expresarse les hace saltar del terreno. Huérfanos de raíces y boca, tampoco encuentran descanso en el suelo helado de Nifelheim y emprenden una eterna marcha hasta que algún ser termina por reducirlos a esporas de nuevo.